Massimiliano Lattanzi (Roma, 1964) desde muy joven
comenzó a explorar el mundo de la fotografía y de la investigación visual.
Partiendo de la Astronomía y de la observación de las estrellas, ha llegado
casi por casualidad a la creación de sus primeras imágenes líricas, visionarias
y abstractas.
Tras haber terminado sus estudios en Literatura y Filosofía, a
principios de los años 80, enfocó sus actividades al servicio de su compromiso
social, tanto en la escala nacional como internacional. A petición del Instituto Pontificio para
las Misiones Extranjeras (PIME) realizó su primer reportaje: “Bangladesh,
País de Agua” (Roma, 1989, 2a ed. 1991); libro fotográfico que documentó la
situación social de Bangladesh, y del cual las utilidades han sido enteramente
destinadas a financiar escuelas y hospitales, y a la reconstrucción de los
pueblos destruidos por el ciclón que golpeó el Golfo de Bengala en 1991.
Esta experiencia lo motivó a trabajar al servicio de Naciones
Unidas durante casi doce años, en sectores tales que la Educación, la Filosofía
y la Ética; claro esta, sin dejar de lado la investigación fotográfica.
Es a partir de los inicios de 2004 que el decidó dedicarse por
completo a la actividad fotográfica y literaria: en su obra se percibe una base
filosófica que revela una constante exploración sobre el ser, sobre las
diversas percepciones de lo visual y lo emotivo, sobre las diferentes maneras
de comprender la realidad. Esto, en un diálogo constante entre individualidad y universalidad, entre
finito e infinito. El impacto frente a la naturaleza, está aquí
comunicado y amplificado por el medio fotográfico, el cual imagina nubes,
series acuáticas, paisajes oníricos, rastros, cielos y juegos de reflexión y
refracción. Creando así proyectos
visuales definidos por los críticos como “investigación del instante puro”,
“viajes en el indescifrable”, “capacidad de interpretación de paisajes de otra
manera desconocidos”, o simplemente, “visionarios”.
Ciencia y poesía, descomposición-recomposición-abstracción, son
los ingredientes principales de Istogràphika, una exposición
individual realizada en el Palacio Zorzi (Venecia) durante abril y marzo del
2005, la cual marca el inicio de esta nueva etapa de su trabajo: redes
reflejadas, suspendidas entre el aire y el agua, semejantes a proyecciones
mentales, que nos acompañan en un camino de “acercamiento y pérdida”, y luego,
de “alejamiento y recuperación” de la realidad. Istogràphika fue luego,
expuesta en Milán y Roma, junto con Imaginària, un
meta-portafolio sobre el eco de la mirada, la persistencia de la visión, y la
experiencia de estar, en un mismo momento, en ninguna y en todas partes.
En 2006 toma forma el proyecto AQVA, en el cual, las
tres partes — Hydros, Athmos e Istos — son
representaciones simbólicas de las emanaciones de una naturaleza ancestral,
donde predomina la intensidad y la ambivalencia de lo divino, que se convierte
en metáfora y símbolo del encuentro entre el hombre y la espiritualidad.
Expuesta por primera vez en París, la exposición es luego acogida por museos en
México y Guatemala, para pronto convertirse en una exposición móvil que recorre
varias naciones.
En Athmochròmiæ son ahora los juegos de luz y
de colores del cielo los que son transfigurados por “un ojo poético capaz de
revelar complejidades ocultas detrás de la realidad”.
Museos, galerías y numerosas colecciones privadas han adquirido
sus trabajos.